Nació
en Belver de Cinca en 1885 y falleció en Zaragoza en 1962. Su padre fue
trasladado a Alquézar siendo él un niño para ejercer de maestro y esta
localidad somontanesa le marcó tan profundamente, que siempre la tuvo como su
pueblo.
Estudió
Magisterio en Huesca y Zaragoza. Opositó y obtuvo su primera escuela en
Artajona (Navarra), y sucesivamente en Teruel, Santander y, al fin, en
Zaragoza, donde dirigió la escuela «Santa Marta» y luego la «Joaquín Costa ».
Maestro
modelo, conseguía de los niños disciplina y cariño por su carácter firme, vasta
cultura y vida ejemplar. Daba suma importancia al cultivo de la inteligencia y
a la educación moral; obligaba al razonamiento y a la reflexión por medio de
preguntas socráticas, y proponía a los alumnos ejemplos de la vida diaria
conducentes a su edificación moral:
solía llevarlos al cercano bosque para extirpar procesionarias del pino y
aprovechar las lecciones ocasionales que con ello se presentaban. Solía
advertir: «Corrige, reprende; pero
después acaricia».
Mediante
certificados de aptitud obtuvo varias veces bolsa de viaje para el extranjero.
En Francia conoció a Sluys, profesor de la Normal de París y creador de la Escuela Modelo ,
enemiga de la rutina en el estudio; con Sluys mantuvo amistad. Apasionado por
los ideales de Costa y admirador de la naturaleza, fue también escritor, de
estilo fluido, ameno y persuasivo.
Escribió
varias obras pedagógicas y de lecturas infantiles (Cartilla escolar, Lecturas
para niños con dibujos de sus propios alumnos, Lecturas estimulantes). Gran
defensor de los animales y plantas, escribe Por
los seres indefensos (1960). Otra de sus constantes en su obra fue Aragón.
Aficionado al montañismo, caza, pesca, fútbol (fue directivo del Zaragoza durante
muchos años), recorrió el
Alto Aragón palmo a palmo y plasmó sus impresiones y noticias
costumbristas en las colaboraciones que realizó para el Heraldo de Aragón durante
unos cincuenta años. (Del ambiente y de
la vida es una recopilación de sus artículos más interesantes.) Colaboró
también en la revista
Aragón y dio numerosas conferencias. Ingresó como consejero
de la Institución
Fernando el Católico con la disertación «Consideraciones intrascendentes sobre Aragón y su historia».
Cronista fiel de las tierras y las gentes altoaragonesas, recogió no sólo
impresiones paisajísticas, sino costumbristas, de gran valor etnográfico y
lingüístico; así, en Aragón en alto (1940) y Aragón de las tierras altas (1955), en los que incluye varios
capítulos en el aragonés
del Somontano de Barbastro, por lo que se puede considerar uno de los pocos
cultivadores literarios de esta variedad. Contribuyó, además, al estudio del
aragonés con sus valiosas recopilaciones Vocabulario
del Alto-aragonés (de Alquézar y pueblos próximos) (1944) y Refranes, dichos, mazadas... en el Somontano y montaña
oscense (1953), uno de los pocos repertorios de aforismos, frases hechas y
refranes en aragonés. A su muerte fue nombrado hijo adoptivo de Alquézar.
Y
es esta localidad del Parque Cultural la que en parte protagoniza el libro Somontano en Alto. Escritos (1946-1959) e
inéditos. En este libro se plasma una parte de nuestro rico patrimonio
inmaterial y de una forma de hablar propia de los pueblos de la zona norte del
Somontano.